Rubén Darío
Nació en Metapa, Nicaragua, en el año 1867. Su verdadero
nombre
era Félix Rubén García Sarmiento. Fue periodista y diplomático. Hasta
1898 vivió, publicó y actuó
en Chile, Centroamérica y la Argentina. En 1898 viajó a España, y vivió
en
Francia y otros países de Europa.Murió en León, Nicaragua, en 1916.
Escribió prosa y poesía. Entre toda su producción se destacan
tres obras que ayudan a comprender la evolución del Modernismo:
Azul,
Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. Los raros, en prosa, y El
Canto
Errante son otras de sus obras.
Azul (1888): fue su
primera obra importante. Publicada en Valparaíso, está constituida por relatos
breves y algunos poemas. Significó para su autor el reconocimiento en América y
en España. Sus rasgos son: sensualidad, erotismo y musicalidad. En los sonetos
que cierran la obra, Darío revela sus preferencias y su cosmopolitismo. v Prosas
profanas: fue publicado en Buenos Aires, en 1896. Las variaciones temáticas y
las audacias métricas, son tantas que provocaron en América y en España grandes
polémicas. Predomina el tema erótico, envuelto en un arte cromático y perfecto.
v Cantos de vida y esperanza (1903): Los temas del libro son, entre otros: el
paso del tiempo, la misión del poeta, la búsqueda de la fe, la preocupación por
el futuro de América, etc. El libro termina con una expresión de temor y duda
sobre el misterio de la vida. De contenido diferente, este volumen presenta el
mismo cuidado formal y la notable variedad de metros y riqueza de lenguaje que
caracterizan al gran poeta.
Al valor poético intrínseco de esa segunda etapa, más perdurable que el
de la primera, hay que sumar el papel de Rubén Darío como núcleo
originario y aglutinador de todo un movimiento, el Modernismo, que marcó
un hito en la historia de la literatura: tras seguir sumisamente
durante tres siglos los rumbos de las letras europeas, nace en América
una corriente literaria propia cuya influencia pasará incluso a la
metrópoli. Conseguida a principios del XIX la independencia política,
Latinoamérica lograba, a finales del mismo siglo, la independencia
literaria.
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los
que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas
carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud
no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por
Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según
propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras
letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de
una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y
según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su
corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de
ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus
pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal
vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas,
sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y
como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina
sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes
conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin
incurrir en irreflexivas precipitaciones.
En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y
allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota
halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me
habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó
qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables
palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena
posición social".
En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones
burguesas, que vería dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de
sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En
Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad
con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo
de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se
alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos
contertulios no se les ocultaba su mísera condición.
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